Actualmente nuestra sociedad “occidental”, altamente tecnificada, se halla inmersa en una crisis de toda índole, como ha apuntado nuestro colega Agustín Cronopio en este blog, y donde se proponen algunas sugerencias para combatir dicha situación, tales como una vuelta a la sensibilidad y considerar al otro de la misma manera que nos gustaría ser considerado. Podríamos replantearnos, de este modo, si existe alguna fórmula magistral o algunos valores intrínsecos como seres humanos, cuestión difícil si tenemos en cuenta los prejuicios tanto culturales como personales en juego, que nos permitan establecer criterios objetivos a la hora de dirigir nuestra existencia, un tanto desubicada.
Una mirada retrospectiva en la Historia tal vez nos haga, si no encontrar una respuesta plenamente satisfactoria, sí al menos esbozar una reflexión personal al respecto. Una rápida andadura hacia los orígenes de la evolución humana nos haría retroceder en el tiempo nada menos que unos diez millones de años, cuando una especie de mono arborícola se adaptó progresivamente a vivir en un suelo cada vez más desarbolado, experimentando cambios corporales que desembocarían progresivamente en la anatomía del hombre
actual.
Paisaje típico de la sabana africana |
En este escenario, hallamos hace ya unos cuatro millones de años a los primeros antepasados de nuestra especie, las primeras formas de Australopitecus, con una posición totalmente bípeda, como respuesta a la necesidad de desplazarse en un medio ambiente cambiante, en el que se desarrolla una sabana arbolada salpicada por amplios espacios abiertos herbáceos. Como se deduce de sus rasgos anatómicos, como la longitud de sus brazos, todavía desarrollaban actividades en los árboles, bien en tareas de alimentación, o bien de protección y seguridad frente a los grandes depredadores. Esta postura erguida, junto al desarrollo de un pulgar oponible, favoreció que las manos quedasen libres y fuera posible la manipulación de objetos; también se produjeron otros cambios fisiológicos importantes, como le existencia de una infancia larga en el tiempo y la desaparición del celo en las hembras, ligado con toda probabilidad a la creación de grupos duraderos y estables entre ambos sexos.
Huellas de homínidos en el yacimiento de Laetoli, Tanzania, conservadas en cenizas volcánicas y pertenecientes a tres individuos. Evidencia el bipedismo de los homínidos antiguos. |
El segundo episodio en este proceso de hominización fue básicamente cultural, ya sin cambios anatómicos realmente significativos. Todos los primates son animales sociales; la diferencia entre los antepasados del hombre y los antepasados de los simios actuales radica en el grado de socialización. Los primeros homínidos comenzaron a desarrollar comportamientos de cooperación antes incluso que a fabricar utensilios. El traslado de la comida por parte de los individuos hacia los lugares de residencia donde era compartida con el resto del grupo es interpretada por algunos investigadores como un comportamiento clave en el origen de la humanidad.
Igualmente, otras nuevas adaptaciones sociales cruciales en el éxito adaptativo de los primeros homínidos fueron la enseñanza y la transmisión de los conocimientos adquiridos a los individuos más jóvenes, de modo que su supervivencia pasó a depender más de lo que se aprendía que del comportamiento instintivo en un medio ambiente hostil; y también la creación de lazos de apareamiento de larga duración entre las hembras y los machos, junto con la implicación de éstos últimos en el cuidado de las crías.
Llegados a este punto, tenemos que exponer algunas consideraciones generales acerca de las más antiguas sociedades humanas. Por una lado, las interpretaciones de los procesos históricos dependen de la naturaleza de los datos arqueológicos que se usan. De la misma manera, las características de los métodos de datación existentes y el prolongado lapso de tiempo que nos ocupa determinan la inexistencia de una delimitación en épocas o edades. No existe tampoco documentación escrita y por tanto, el anonimato afecta a todos los individuos que vivieron en este periodo de tiempo. Asimismo, materiales muy perecederos pocas veces se conservan en los yacimientos paleolíticos, como la madera y el hueso, de ahí que en el registro arqueológico estén documentados casi exclusivamente los utensilios que han utilizado la piedra como materia prima, aunque sin lugar a dudas existieron herramientas elaboradas con materiales orgánicos. Por otro lado, al abordar este estadio inicial en la evolución humana, hay que considerar la gran distancia biológica entre las primeras formas de Australopitecos/Homo habilis y el hombre anatómicamente moderno (Homo sapiens), por lo que se puede plantear hasta qué punto es factible una aproximación al comportamiento de individuos de sociedades tan antiguas que seguramente no poseían los mismos atributos que los humanos actuales.
En consecuencia, estos rasgos de la Prehistoria han determinado la visión tradicional de los últimos 150 años de investigación, que ha asumido que la tecnología y, por tanto, la invención de utensilios constituye el rasgo distintivo del “ser humano”. Según este planteamiento, nuestro primer ancestro sería Homo habilis, “primer hacedor de herramientas” , que vivió en África del este y probablemente del sur hace unos 2,5 millones de años. Sus restos óseos se han encontrado junto a los primeros útiles de piedra, muy poco elaborados y con un escaso grado de especialización A partir de aqui, se define la periodización de la Prehistoria basada en estadios culturales definidos por sus atributos tecnológicos.
Utensilios de piedra del yacimiento de Koobi Fora, Kenia, fechados en 2,5 millones de años. |
En este esquema subyace la idea, ciertamente idealista y hasta con rescoldos creacionistas, de que existe un impulso natural, imparable, que guía la evolución en un sentido unilineal, de lo más simple a lo más complejo. Representa el triunfo del hombre frente a la naturaleza hostil. No obstante, recordemos, por ejemplo, como han sobrevivido hasta hoy día comunidades indígenas con una tecnología poco más avanzada que la de hace un millón de años, debido a que ésta satisface sus necesidades de subsistencia y no han requerido la creación de otros medios técnicos; la manipulación de objetos naturales o la elaboración de herramientas muy sencillas en las actividades de consumo diarias está presente también en animales, siendo el caso de los chimpancés el más conocido.
El uso de útiles primitivos por chimpancés avala la opinión de habilidades similares entre los homínidos más antiguos. |
El uso de útiles primitivos por chimpancés avala la opinión de habilidades similares entre los homínidos más antiguos.
Resulta evidente, a la luz de lo expuesto anteriormente, que el avance social ha tenido mayor importancia que el tecnológico en el orígen del ser humano. En este proceso de socialización humana, se consolidó poco a poco el logro de lo aprendido sobre lo instintivo y se fue reafirmando el papel de lo colectivo sobre lo individual.
Con ello, no pretendemos negar el impacto positivo de los logros técnicos y científicos en el bienestar material de la humanidad. Ni tampoco pretendemos elaborar una definición de la esencia del ser humano, en la que seguramente no habría consenso entre nosotros e incluso las discrepancias serían irreconciliables. La Historia nunca se repite ya que los procesos y los agentes sociales son diferentes. Solamente queremos expresar nuestro convencimiento de que, si volviésemos la vista atras unos cuanto millones de años, tal vez comprenderíamos que el esfuerzo común y la solidaridad entre todos los miembros de una comunidad, en contra del individualismo más atroz, podrían solucionar muchos, si no todos, los problemas de hambre, miseria y sufrimiento que muchos de nuestros congéneres lamentablemente padecen.
Bibliografía consultada:
- Foley, R. A. (Ed.): Hominid Evolution and Community Ecology. Prehistoric human adaptations in biological perspective, Academic Press, London, 1984. - How useful is the culture concept in early hominid studies?, The Origins of Human Behaviour (R. A. Foley, ed.), London, pp. 25-38, 1991.
- Ingold, T. : Society, nature and the concept of technology, Archaeological Review from Cambridge, 9, 1, pp. 5-17, 1990.
- Lovejoy, C. O. : The origin of Man, Science, 211, pp. 341-350, 1981.
- Potts, R. : Home bases and Early Hominids, American Scientist, 72, pp. 338-347, 1984.
- Querol, M. A. : De los primeros seres humanos, Editorial Síntesis, Madrid, 1991.
- Sabater Pi, J. : El chimpancé y los orígenes de la cultura, Anthropos, Barcelona, 1984. Wahburn, S. L. : La evolución de la especie humana, Invesigación y Ciencia, 26, pp. 128-138, 1978.