jueves, 2 de octubre de 2014

FUNDAMENTOS DEL SEPARATISMO CATALÁN

Dentro de la maraña separatista y del tradicional sentimiento independentista del pueblo catalán, hay una urdimbre muy bien tramada y aprovechada por las élites de aquella región para lanzar a sus habitantes a reclamar una independencia que no tiene ningún proyecto de estado, ningún estudio de viabilidad, ninguna propuesta concreta. Cuando se votó la Constitución Española, a los españoles se les facilitó previamente un documento físico que recogía todos los artículos, todos los principios generales, los objetivos, los derechos y deberes de los ciudadanos, la estructura del Estado con los distintos poderes legislativo, ejecutivo y judicial,…..etc. En aquel referéndum se votó algo tangible y real, unas reglas y normas fundamentales de gestión y convivencia determinadas, que todos los españoles tuvieron tiempo de leer y sopesar los pros y los contras, así como sus consecuencias en su futuro. En aquella ocasión se sabía lo que se estaba votando.

¿Cuál habría sido la respuesta si en vez de hacer un referéndum sobre un texto constitucional concreto, se hubiese preguntado solamente a los españoles si querían o no una constitución?. Lo segundo huele a pregunta trampa, pues quién garantiza que una vez dicho que sí a una constitución, no hubiesen los poderes políticos impuesto el texto constitucional a medida de sus intereses, teniendo la potestad legitimada por las urnas de la soberanía nacional para ello.

Si van a plantear un referéndum para votar algo tan vital para el futuro de toda una región y de todos sus habitantes, que al menos les expongan en un documento escrito en lo que va a consistir lo que van a votar, las condiciones bajo las que van a estar sometidos, la forma en que puede ser viable, etc..

Se está hablando de un proyecto de nación, para el que no hay ningún proyecto. Se está pidiendo una decisión para la que no hay ninguna respuesta, ninguna garantía, ninguna seguridad de que lo se vote sea lo que se va a cumplir. ¿Qué clase de consulta o referéndum tan irregular es este?, ¿qué argumentos tiene el pueblo catalán para poder tomar una decisión tan trascendental?. Los tenía por más listos e inteligentes que todo eso, y más en el siglo que corre, pues es inaudito que se apruebe un proyecto que no está redactado, que no se conoce, que no está definido, que no se quiere explicar ni exponer si quiera. No me negarán que no huele a chamusquina.

La imagen de los catalanes que piden la independencia así a la ligera, con todos mis respetos, llega a ser hasta patética, y parecer una mera reivindicación sentimental inoculada muy hábilmente a la población para que la masa del pueblo sea el soporte de un hecho diferencial forzado hasta el extremo.

Las prebendas, fueros y privilegios que ha conseguido Cataluña a lo largo de su  historia mediante la amenaza y el chantaje no es nada nuevo. Su situación dentro de la geopolítica peninsular se lo ha permitido, en tanto en cuanto que constituyen el cierre fronterizo natural de la misma tanto por el Pirineo como por la parte de costa abierta a las rutas marítimas mediterráneas. Amenazando con intrigar contra el resto de las regiones peninsulares, bien mediante pactos con países enemigos o bien poniendo todas las trabas posibles dentro de su territorio (manipulando el mercado mediterráneo), querían conseguir lo que otras regiones tenían adquirido históricamente, como por ejemplo la Foral de Navarra y Aragón hasta el siglo XVIII. Dentro del esquema político-territorial de los Austrias (desde los Reyes Católicos hasta los Borbones), basado en un sistema polisinodial en el que aquellas regiones tenían altas prebendas de autogobierno, con Audiencias, Cancillería, Tribunales y Fueros con leyes propias, que aunque aceptaban la autoridad de la monarquía absoluta, les confería bastos poderes políticos. A este esquema heredado del proceso de unión de los distintos reinos hispánicos, quisieron unirse vascos y catalanes poco menos que con el uso de la amenaza, la presión, la fuerza y la sedición. Así aspiraban a gozar de lo mismo que Navarra, Castilla y Aragón. Las intrigas políticas de aquellas épocas son comprensibles en tanto que no existía una ley común para todos, teniendo que soportar Castilla el peso de costear los esfuerzos de guerra, tanto en lo económico como en soldados, del que otras regiones se excusaban y se beneficiaban. Quienes hayan navegado un poco por la historia de la Edad Moderna en España, reconocerá lo que apenas trato de contar aquí de forma breve, invitando al resto a que se instruyan en ello y lo comprobarán.

Un estado con una trama política muy complicada dentro del Antiguo Régimen, era la tónica común en todos los países europeos, - no se vayan ustedes a pensar que era un endemismo español - , pues ahí tenemos al Imperio Germánico con múltiples principados y príncipes electores, los Países Bajos, los Estados Italianos, Escocia y Gran Bretaña, Francia, etc...... Naciones todas ellas en proceso de construcción, de determinación, con frecuentes cambios de frontera envueltas en continuas guerras.

El caso es que en unas ocasiones las presiones, chantajes y sediciones de vascos y catalanes dieron pingües beneficios a estas regiones al conseguir salirse con la suya, y otras veces sus revueltas fueron sofocadas incluso por la fuerza.

La entrada de la dinastía borbónica tras la Guerra de Sucesión a principios del siglo XVIII, fue cambiando el panorama político al instaurarse una serie de reformas que perseguían la instauración de una Ley común para toda la nación. Los Decretos de Nueva Planta abolieron los fueros y las leyes de Aragón, unificando la administración y el aparato burocrático del Estado. El modelo de Felipe V, tiende a una monarquía absoluta, que se gobierna desde el Consejo de Estado y sus secretarías. Se implantó lo que ya el Conde Duque de Olivares intentara tiempo atrás, un gobierno centralizado. A Olivares no le funcionó ni la Unión de Armas, lo que hizo que Castilla siguiera soportando el peso de la guerra y de la defensa de todo aquel imperio español en el que ya se iba poniendo el Sol.

El siglo XVIII fue de muchas reformas, aunque la pretendida unidad nacional no era plato de gusto de la aristocracia localista ni del alto clero, que se sentían amenazados por las reformas regalistas de Carlos III. 

El pueblo llano e incluso la burguesía incipiente eran ajenos a la alta política y a la lucha de poderes. Ignorante y hambriento, fueron los que derramaron su sangre en la defensa de la nación ante el invasor francés a partir de 1808. Así fue que, mientras las altas instancias políticas se sumían una vez más en el desconcierto y en la desunión por intereses divergentes y contrapuestos, con la presencia notable de más de uno que quiso aprovechar la tesitura para sacar partido propio (caso del propio valido Godoy pactando con los franceses un extenso señorío de la que se daba ya por perdida España), el pueblo español en unión de corazón, valor, solidaridad y patriotismo, se lanzan a la defensa de su tierra y de los suyos, entregando la vida en condiciones feroces de inferioridad ante la Grande Armée de Napoleón. Mientras las Juntas de Defensa y los proclives al invasor no se ponen de acuerdo en las altas esferas el pueblo va a una en la defensa, y tanto catalanes, vascos, asturianos, gallegos, manchegos, madrileños, extremeños, castellanos, aragoneses, andaluces, murcianos, valencianos….., protagonizan actos heroicos cuyos ecos resuenan por toda Europa y alcanzan al pueblo polaco que toma la respuesta del pueblo español como un ejemplo a imitar en un momento en que tienen allí al propio Napoleón sometiéndoles.

El siglo XIX comienza con un pueblo español unido, que será descrito por los viajeros románticos con todo su folclore y diversidad cultural. Pero de nuevo la división amenaza con ruptura a raíz de las guerras Carlistas. Ahora son españoles contra españoles los que se matan, y la nueva política liberal tampoco acierta a unificarse ni traer la paz. Comenzamos la era del bipartidismo, primero entre liberales y conservadores, luego monárquicos y republicanos, y finalmente continuarán a lo largo de todo el siglo XX entre los partidos de derechas y los de izquierda.

Es en esta ocasión, cuando el diferente nivel de desarrollo que alcanzan unas regiones y ciudades respecto a otras a consecuencia de la desigual distribución que ocasiona la tardía inmersión española en la Revolución Industrial, el momento  en que los grandes focos industriales se modernizan rápidamente en contraposición con las zonas rurales. Junto a su trepidante crecimiento, las oligarquías surgidas del empresariado y grandes propietarios capitalistas, impondrán políticas localistas y utilizarán su influencia para obtener mayores beneficios. La falta de una política nacional estable, favorece la descentralización impuesta por el modelo económico que además es dependiente también de los intereses e injerencias del capital extranjero.

Cataluña, aventajada por su posición mercantil, será una de las regiones españolas más favorecidas, y su carácter separatista renace con fuerza con la intención política de recibir pero no compartir riqueza. La ambición de la bonanza económica de la que goza forma unos aires de superioridad que se extienden y divulgan entre la población para impedir cualquier injerencia del Estado en sus intereses. Comienza así la campaña de creación de una identidad cultural de lo catalán. Proliferan los autores y los políticos que divulgan un ideario catalán, que se centran en presentar una lengua propia, unas costumbres propias, y un carácter propio que nadie en España reprocha, pues todas las regiones los tienen por igual.

Las oligarquías capitalistas y elitistas catalanas empiezan a generar los fundamentos del ideario independentista, basado principalmente en que España quiere arrebatar la riqueza que poseen y vivir a su costa. Bajo esta premisa que ellos intentan fomentar como amenaza para el pueblo catalán empiezan a fundamentar el sentimiento del pueblo catalán y forjar su carácter popular de “agarrados”, de querer que Cataluña no pague impuestos, que sus hijos no sean llamados a filas (se negaron en la Guerra de Marruecos), y gozar así de unos privilegios forales. En cambio no rechazan los planes estratégicos y las políticas que desde el Gobierno Central benefician Cataluña y su incipiente sector industrial, así como tampoco le hacen ascos a las fuertes sumas de dinero que invierte el Gobierno en infraestructuras y dotaciones de todo tipo.

La Guerra Civil (1936-39) también será aprovechada por los separatistas y velados acaparadores de las élites catalanas para sacar partido de la desgracia. Se dirigen a un pueblo herido, roto por el dolor, hambriento y desecho, para convencerles que sus heridas son culpa de España y de los españoles. Alientan el enfrentamiento, logrando que hasta el mismísimo Franco les conceda grandes beneficios económicos en una política desigual de fomento industrial, mercantil y comercial. Los Altos Hornos de Málaga y los astilleros andaluces son abandonados y desprotegidos por la política nacional a favor de los Altos Hornos de Vizcaya. De nuevo compensaciones políticas a costa de sumir en la pobreza a manchegos, extremeños, andaluces y murcianos, que son postergados a ser tierras para la producción de materias primas (alimentarias, metalúrgicas, mano de obra) con las que abastecer los grandes focos industriales y los puertos francos del Norte y del Levante.

La Historia de España demuestra que las amenazas sediciosas y separatistas de las élites catalanas siempre les han dado resultados ventajosos, aunque también algunos disgustos. Durante las últimas décadas han sido favorecidos por las políticas nacionales como centros industriales y estratégicos, y sus políticas pactistas han sido tan rentables que hasta el mismísimo Jordi Pujol ha podido hacerse una auténtica fortuna en dinero negro con el que rellenar todos los colchones de sus hijos, parientes, allegados y compromisarios.

Los fundamentos del separatismo catalán han sido en las últimas décadas la confrontación y la provocación en todos los campos: en lo político, en lo social, en lo cultural y en lo económico. Todo ello a base de imposiciones a los habitantes de la región, sean catalanes o no, de forma que el pueblo sea el sustento y los “tontos necesarios” o instrumentos con los que fundamentar y legitimar lo que no tiene fundamento por sí mismo. Se ha realizado un montaje impresionante en aquella región, tanto con el idioma catalán (impuesto en la enseñanza, en las administraciones y en la calle), un derroche de esfuerzo destinado a la provocación del resto de españoles, y encima para colmo con financiación y apoyo españoles a través de programas culturales. En cuanto analizamos con un poco de detenimiento todas las manifestaciones y medidas adoptadas por la Comunidad Autónoma de Cataluña, comprobaremos que mayoritariamente buscan la provocación (“España nos roba”, “los catalanes viviríamos mejor sin España”, “alimentamos a los vagos andaluces”,…….etc..). Un tono provocativo totalmente planeado y diseñado oportunamente para producir una respuesta en el resto de regiones españolas que, por lógica, surge en tono reaccionario contra el pueblo catalán. De esta forma, las críticas y contestaciones, e incluso pura animadversión que reciben los catalanes, son el combustible que retroalimenta su ruptura con los españoles. ¿Quién puede permanecer pasivo ante los comentarios vertidos desde las instituciones y los representantes catalanes que atacan y desprestigian sin fundamento a los andaluces?. – Que nosotros vivimos gracias a ellos, que ellos alimentan a España, que dicen basta ya,….. estamos tontos o ¿qué?.

Todo esto es un juego orquestado en el que provocan una reacción de desprecio y rechazo para así generar fundamentos de incompatibilidad, de tal modo que de la nada crean una necesidad irreconciliable de separarse.

A parte de este jueguecito de provocación, nos encontramos con un modelo de independentismo muy curioso, pues no se trata de una independencia total y absoluta, sino de una independencia en la que España les deje libres para decidir lo que quieren (autodeterminación), pero de la que pretenden seguir chupando (negociar sus condiciones), y querrán que seamos su mercado que le compre todo lo que produzcan. No quieren deberle ni entregarle nada a España, pero sí recibir de España. Sirva de ejemplo, la eterna pregunta que se repiten los españoles sobre si el Fútbol Club Barcelona es un equipo catalán que abandera, promueve y provoca movimientos y sentimientos independentistas, ¿por qué siguen jugando en la Liga Española?, ¿por qué los jugadores catalanes visten la camiseta de la Selección Nacional?, ¿no deberían ser consecuentes con ellos mismos?. Esta hipocresía ya constatada en la práctica de la realidad del día a día, es en lo que se quiere basar el independentismo catalán: - no quiero tus leyes, no quiero tu bandera, no quiero tus colores, pero sí quiero tus dineros -. Si de verdad quieren tanto esa autodeterminación, que rechacen las subvenciones, las ayudas, el patrocinio y mecenazgo, así como las inversiones españolas. Que no jueguen a la Lotería Nacional, que se salgan de la Liga Profesional de Fútbol Española, que sostengan de sus dineros sus propios hospitales, sus universidades y escuelas, sus centros asistenciales, sus cuarteles y ejército, su armada, sus puestos de observación y aduanas, ……., que renuncien a todo ello por ser producto español sostenido y mantenido por todos los españoles. Así podrán demostrarle a sus votantes y seguidores que son verdaderamente autosuficientes.

Lo gracioso y paradójico de todo este lío es que les está dando resultado. Siguen jugando a lo mismo que antaño, con otras formas y con otros agentes (medios de comunicación de masas, deporte, idioma, ….), y siguen sacando partido. Así que mientras el Gobierno de España ceda al juego por un miedo infundado e inoculado desde hace siglos, seguirán ganándonos la partida. Seguirán utilizando presiones para que los campeonatos de Fórmula 1 no se hagan en Jerez, pese a tener las mejores instalaciones y circuito para ello y pese a ser las preferidas por los pilotos y escuderías. Seguirán concentrando el tejido industrial llevándose continuos planes de reconversión, subvención y ayudas, en detrimento de otras regiones potencialmente más viables y con mejores salidas al mercado internacional. Seguirán pidiendo caprichosamente y a placer, como lo hacen los niños chicos al pasar delante de un kiosco de chuches. Y seguirán siendo cada vez más independientes aunque sea a costa nuestra.


Lo que se está llevando a un absurdo debate de leyes y jurisprudencia, es una pantomima con lo que se debe estar cociendo en los despachos, pues aún no he visto a ningún Presidente del Gobierno, ni Ministro, ni representante político que hable con la claridad necesaria para desmontar el chiringuito de las élites catalanas. ¿Es que nos falta inteligencia al pueblo español para abordar esta cuestión?, ¿es que no sabemos realizar un diagnóstico real de lo que está pasando y arrastramos ya desde hace tanto tiempo?, ¿no hay nadie en España que sea capaz de desvelar las verdades del barquero y poner las cartas boca arriba con la chaqueta remangada?. En vez de tirar del carro, preferimos que se pare y pelearnos por los pernos y clavos que tenga. Más que águilas somos buitres de nuestra propia carroña.